Una de las cosas
que me aleja de la religión católica en la cual quisiera de todo corazón creer
por sus altos valores morale s y por su visión optimsita de lo que es la vida,
con un más allá en el que seremos eternamente felices.. es el exagerado énfasis
en el morbo. Se habla demasiado del dolor de Cristo, de su derrota en la Cruz y no de su victoria. Coincido con las palabras
del Papa Francisco cuando dijo que ser católico y no ser feliz es una contradicción.
El católico vive en un mundo mejor que los que no lo somos. Un mundo en el cual
hay un Juez Supremo que hace justicia a los injusticiados, premia la bondad el
amor y la generosidad y nos protege com o un buen padre. Si yo consiguiera
creer en todo eso ( y vaya si me esfuerzo ¡!),sería feliz.Amanecería y
anochecería cantando mi felicidad. Los católicos en cambio son orientados a
sufrir, a flagelarse, a temer al infierno y al Maligno, a vivir un perpétuo MEA
CULPA. Y no hablemos de las sectas religiosas en cuya prédica Lucifer ocupa más
espacio que Dios.
Este
apasionante artículo meustra que no siempre fue asi.
Para la
Teología de la Liberación, por ejemplo, la crucifixión es el símbolo de todos
los torturados y asesinados injustamente en la historia de la humanidad y la
resurrección, la gran esperanza de todos los excluidos. Aquella teología, tan
enraizada en América Latina, intentó ser una vuelta al cristianismo primitivo
en el que primaba la imagen del Buen Pastor a la del crucificado. Sin embargo,
la Iglesia que aún se revestía, hasta el papa Francisco, con los símbolos del
poder de los emperadores romanos, prefirió inculcar la teología del miedo al
infierno.
A
la Iglesia del poder nunca le estorbó el Jesús muerto. Temió más bien al Jesús
vivo y encarnado, solidario con aquella parte de la humanidad que, como en los
tiempos del profeta crucificado, acaba siempre abandonada a su destino.
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